¡Malditos hasta la decimotercera generación…! § Los reyes malditos I (El rey de hierro)§

« De su rostro en llamas , surgió espantosa su voz para decir:
– ¡Papa Clemente! ¡Caballero Guillermo! ¡Rey Felipe! ¡Antes de un año yo os emplazo para que comparezcáis ante el tribunal de Dios, para recibir vuestro justo castigo! ¡Malditos, malditos! ¡Malditos hasta la decimotercera generación de vuestro linaje!

Las llamas penetraron en la boca del gran maestre y sofocaron su último grito. Luego, durante un tiempo que pareció interminable se debatió contra la muerte.

Por fin se dobló en dos, la cuerda que lo sujetaba se rompió y Jacobo de Molay se hundió en la hoguera. Sólo se veía su mano, que permanecía alzada entre las llamas, y ahí estuvo hasta quedar ennegrecida […]

Y las miradas se dirigían hacia la galería. Felipe seguía apoyado contra la palaustrada. Miraba la negra mano del gran maestre clavada en la ceniza. Una mano quemada: sólo eso quedaba de la ilustre Orden de los Caballeros del Temple. Pero aquella mano había quedado inmovilizada en un gesto de condena.

-¡Bien, hermano mío!- dijo Carlos de valois con una sonrisa -. Supongo que estaréis contento.

Felipe el Hermoso se volvió.
-No hermano, no estoy contento – dijo -. He cometido un error.

El conde de Valois se alborozó, dispuesto a gozar de su triunfo.
– Entonces, ¿reconocéis…?
-Sí, he cometido un error. Antes de quemarlos debí arrancarles la lengua.»

Así termina el capítulo 8 de la primera parte de esta genial saga de los Reyes Malditos. Creada por Maurice Druon y publicada entre 1955 y 1977 narra cómo Francia fue perdiendo su condición de potencia para llegar a ser un país entre otros.

En esta primera entrega, el libro I, el Rey de Hierro, se deja en claro que fue una maldición la que esbozó el futuro de Francia y, a través de sus distintas generaciones, la decadencia de un reino.

Se nos muestra un rey Felipe el Hermoso que dirige con maestría y rigidez a un pueblo. Que sufre al pensar que un hijo tan inepto como Luis de Navarra, heredará el reino: «»Y pensar que este imbécil, esta pobre mente incompetente va a sucederme en el trono! – Se decía Felipe el Hermoso – ¡En fin, esperemos que de aquí a entonces haya madurado!» Lo que no sabía el rey era que efectivamente esa maldición se haría realidad bajo trágicas circunstancias: el papa Clemente muerto por unas esmeraldas trituradas que consumió bajo medicación para curar unas fiebres («¡Buen «revientatripas»…!» dirá Everardo, antiguo templario quien escapa de la muerte); Guillermo de Nogaret, envenenado por un cirio elaborado por la seductora bruja Beatriz de Hirson y finalmente, por un derrame cerebral, el rey, denominado también «el rey de hierro»:

« Sobrecogido de asombro leía dos frases de Bernardo de Saisset, aquel obispo origen del gran conflicto con Bonifacio VIII…Dos frases terrible que le helaron la sangre:»Aunque su belleza no tenga igual en el mundo, sólo sabe mirar a las gentes en silencio. No es un hombre ni una bestia, es una estatua.»
Y leyó también estas palabras de otro testigo de su reinado: «Nada lo doblegará; es un rey de hierro.»»

Así, el 29 de noviembre 1314 muere el rey, dejando a Francia sumida en la incertidumbre.

A través de una inigualable descripción, el autor nos caracteriza a los personajes que retrataron la Edad Media y con ella, deja a nuestro alcance las pasiones, el amor y las debilidades humanas.

Por ejemplo, para describir el papel de los comerciantes y la situación del reino, Maurice Druon retrata a un personaje que va cobrando mayor relevancia en la medida que va avanzando la obra: Guccio Baglioni. Sobrino del gran maese Spinello Tolomei – personaje muy singular, piedra angular del tesoro del reino, sus enemigos aseguraban que «el ojo abierto era el de la mentira y el que mantenía cerrado el de la verdad.» era uno de los banqueros más poderosos (y más adelante, consejero general de «la compañía lombarda») Es él quien, finalmente, bajo hábiles estrategias, decidirá el futuro de Francia -, se nos muestra como un personaje que no posee mayor trascendencia, pero su misión y su terrible historia de amor con María de Cressay, determinarán en gran parte lo que sucederá en el reino.

También está la tragedia del amor, como en la vida, éste nunca se realizará plenamente: está el amor de Guccio con María, malversado por trágicos eventos posteriores a esta primera parte. Margarita de Borgoña con Felipe de Aunay, aquí no sólo se presenta el amor ilícito, sino que el engaño, la pasión y la traición en manos de esta hermosa mujer morena de frente amplia, quien sádicamente, gusta jugar con los sentimientos de los demás hasta que es descubierta por su cuñada, la triste Isabel de Inglaterra, quien es la «reina sin amor». Carlos con Blanca. Este tercer hijo del rey llorará su desventura a quien Felipe IV dirá « Habéis sido un esposo débil, fingid al menos que sois un príncipe fuerte.»

No obstante, uno de los personajes que paulatinamente conquistará al lector – y al autor, el mismo lo señalará en el libro VI de la saga – es Roberto de Artois. Es él quien desencadena la tragedia fundamental de este libro.

Roberto, un gigante rubicundo, de 27 años a quien nadie se explica como una mujer «pequeña y menuda … había engendrado aquella fortaleza humana» actúa movido por una pasión: la ambición. Roberto ansía recobrar su reino perdido, el condado de Artois, quien su tía Mahaut – bajo hábiles triquiñuelas – logra perpetuar y mantener a su nombre. Bajo el nombre del condado de Artois se realizan las más maquiavélicas acciones, desde torturar y dar la más terrible muerte a dos amantes incautos hasta asesinar sin compasión a quien sea un obstáculo para obtener esa preciada porción de tierra.

En este personaje se da el exceso. Interpretado no sólo por su físico, sino por su forma de vivir y de ver la realidad. Lujuria, odio, mentira… Roberto pareciese contener todos los pecados capitales. Amante incansable, buscará la forma de seducir a su prima, la reina Isabel.

Finalmente, en esta primera parte de los Reyes Malditos, podemos encontrar las diferentes pasiones humanas interpretadas brillantemente por la pluma de Druon que nos acercará, como lectores contemporáneos, a una Edad Media tardía.